De atléticos a indios y colchoneros, pasando por atletistas

"Y usted, no pise ese Escudo..."
Luis, presidente de honor

martes, 1 de junio de 2010

Defendiendo sus Colores (III)

Miles del Atleti, se dieron de bruces con las cancelas del Camp Nou. Todos y cada uno de ellos, a ojos del gran mercader, clientes de “lamarca”. Gente de baja estofa, descendientes de toxicómanos o polvos mal echaos, que en épocas de vacas flacas pueden ser utilizaos pa que bajen y metan los goles con los cuernos. Hordas que no acuden a Virgen del Puerto a fin de mes pa pagar a los jugadores. Bárbaros que no ponen el dinero. Pendejos que se cuelan en los buses, choran la bebida de chinos y mercadonas varios y se marcan “simpas” en los restaurantes que visitan. Incivilizaos que asaltan la tienda del cluz con objeto de levantarse la Camiseta de temporada. Mamelucos que puentean imagenio pa trincar la señal. Cafres que se cuelan religiosamente por los tornos. Muertos-de-hambre que son a quienes los reyes majos les dejan cada año por la pati un abono al pie del árbol de Navidaz.


Todos ellos, se hacen un delta superlativo, desembocando a las puertas del estadio. Caudales y raudales de gentes del Atleti sin un patrón ni de edad ni de condición social, que cantan mientras aguardan la llegada al tipo que ha de cortar un trocito de cielo en forma de papel. Allá, sujetando inmensos haces de nardos caballeros, los voluntarios hacen entrega de una banderita de plástico del Atleti a cada uno que va pasando. Los más chavalillos, comienzan a probar el material ondeándolo a la brisa marina de la Ciudá Condal. A unos pasos de allí, un señor mayor conversa con alguien que no está. Es curioso. Gesticula, y hasta ejecuta una palmada que tiene como destinatario el aire que lo circunda. “Hay que joderse, lo que hace el alcohol…” El alcohol, o la memoria. Aquél veterano, está charlando con un alma del Atleti, que hace algún tiempo buscó abono en el Tercer Anfiteatro. La ha bajao a la Tierra, recordando tiempos en que los dos eran materia. Luego, se gira pa seguir animosamente con la conversación hacia otro espacio vacío. Echa unas risas, y hasta ofrece un pitillo que, a ojos de muchos, cae al suelo; pero al que el interlocutor acerca la llama del mechero. Es un exiliado. Uno que siempre será del Atleti de Club, pero que no ha venido en cuerpo por principios. Aunque está allí en alma. Con su nicotina agarrá a los pulmones. Como el Aleti.


Una vez en grada, el reloj electrónico cuenta que madrugamos pa’l evento. Así es que, ya sentaos a la mesa, habrá que ir picando. Una canción del Atleti, un tono del Manzanares, una seguidilla del Calderón, otra soleá Rojiblanca… las banderas, insignias y pancartería varia va tomando cualquier lugar susceptible de poder atar un par de cuerdas. Entretanto, las coplas de una afición son respondidas por la otra, en un calentamiento de cuerdas vocales que hallará su máximo esplendor cuando ambas hinchadas despliegan sus banderas e guerra. Las grandes. Los del Norte, con un tifo en blanco con algo de rojo, donde en su parte alta, a base de cartulinas, se puede leer la palabra “respeto”. No sé, si aquello fué idea de un tal del Nido, o de un tal Soria, paradigma ellos del respeto… A la par, por la gradería del Sur, corre entre las manos una lona que retrata a un bicho pugnando por salir de la misma pancarta. Miles de banderitas del Atleti, flanquean en un tic nervioso la irrupción de la bestia en versión cómic: “ya estamos aquí”. Los jugadores, toman posiciones sobre el campo. La orquesta de almas, se permite una subida más de decibelios. Impresiona, ver un campo tan grande cubierto de fuertes aficiones. El silencio, huye por las bocanas que le quedan libres. No volverá hasta mucho después, asomando la patita. Empieza una final de Copa, y la juega el Atleti.


(Espacio reservado para cualquier crónica del partido en sí)


Hace falta ser necio pa pensar que colocando el nombre encima de la Copa en aquél cartel, calzándote esa mañana primero el zapato derecho o haciendo valer la condición de “desplazado-talismán”, el Club de tus amores lo tendría todo hecho por obra y gracia del Espíritu de las Supersticiones. A veces, no resulta, Humphrey. Y te ves en el aeropuerto de Casablanca, más solo que la una, aunque te flanqueen 50.000 dandys de los tuyos. Otra vez. Sólo que en esta, el del guión va dao. Se lo acaban de saltar millares y millares de tíos, tías, abuelos y crias del Atleti que, tiran unos de otros, pa levantarse sobre el frío asfalto de la derrota, de aquél avión que se va. No se pueden derrotar a los corazones, ni hacerlos presos; ni siquiera parando sus aortas. Bajo las aurículas, siempre correrá el barniz de sus leyendas. De lo que hicieron. De las veces que cayeron, y se levantaron. De cómo se apoyaban los ventrículos de unos sobre los de otros, con objeto de que aquellos latidos no fueran pequeñitos en la soledá de la caída. Que se aunaran y se elevaran a la décima potencia, pa lanzarse en vertiginosa caída no solo a unas gradas, sino a un mundo entero. A Sabina, se le olvidó en su himno incluir “¡qué manera de cantar!”. Apoteósico. Aquella noche, la afición del Atleti transgredió el Fútbol. Y la política. Fue un órgano aparte y paralelo. Un ente con vida propia, más allá de las circunstancias. Dicen, que media hora de circunstancias…


Y uno, que es unidá porque no ha podido si quiera hacerse millar con algunas cosas del comer, según busca el número de su autocar entre la manada inmóvil de chapa y pintura, piensa que aquello tan sublime, podría transformarse en un ejercicio de madurez colectiva también. Si seremos capaces de exigir con sólo la mitá de vehemencia demostrada aquella noche, un Equipo y una Directiva que regrese a las mayúsculas. Acorde a esa afición lanzada, sentida, orgullosa. O moriremos por cunetas y praderas, dándonos complacientes palmadas los unos sobre los hombros de los otros, mientras recibimos el “¡ohhhh!” de algunos aficionaos rivales. En tanto, nuestra gráfica, la del hincha del Atleti sube; y la del Club, motivo y eje de todo, desciende.

1 comentarios:

Jose I. Fernández dijo...

Cochise, la verdad es que a mi la victoria moral de la aficion me valio de muy poco.
Una gran oportunidad desperdiciada de haber recuperado un par de escalones de golpe.
Yo fui de los que me empotre en las vallas del Camp Nou, aunque sin tiempo de sobra. Un poco mas y me pierdo el gol de Capel...


Un saludo