De atléticos a indios y colchoneros, pasando por atletistas

"Y usted, no pise ese Escudo..."
Luis, presidente de honor

lunes, 17 de agosto de 2009

OT: "Operación Tocomocho"

O el secuestro retroalimentao.

Al principio, no los vió nadie. Vinieron como salvavidas de un Club que comenzó a caerse tras la irrupción de Cabeza, y el postrer mandato de Vicente Calderón. A excepción de 14, los aficionaos del Atleti nos entregamos a sus brazos, tanto como a sus promesas. Nos deslumbraron con las largas, y la ilusión de que podríamos deslumbrar así mismo a otros. Y ahí anduvimos, cambiando las lámparas de los faros, creyendo desde afuera que daríamos con las luces halógenas, mientras desde dentro se fraguaba el secuestro del Club y su transformación al mercantilismo y el despotismo más salvaje, bajo las siglas SAD. Apenas lo vimos. Nada hubieramos sabido de ello, a no ser por esa sentencia publicada en 2004, donde se recoge con pelos y señales el método irregular por el que los giles se “quedaron” con el Club. Pero, como esto no fue amplificao (más bien pervertido) por los medios de “información”, la cantinela de que “pusieron el dinero”, sigue en plena vigencia hoy en día en los aledaños e interiores del Estadio. Así como intramuros de la Piel de Toro Rojiblanca. Haga, haga la prueba entre sus amistades y familiares del Atleti; a ver cuantos saben de la sentencia y sus interioridades…

Con el objeto de parar la avalancha informativa, la difusión pública de la sentencia y la manera en que los jueces del Tribunal Supremo señalaban como CULPABLES (más allá de la prescripción o defunción de algunos implicados) a la directiva aún hoy en día funcional, se diseñó el plan “TOCOMOCHO”. ¿En que consistía?. Facilito. Pa los que tienen padrino, y se bautizan, claro. Habría que colocar al frente de la Institución a un personaje tipo “abuelita Paz”. Afable, simpático, conciliador, servicial y, sobre todo, muy bien relacionao con las esferas mediático-informativas del País. Así como con peso y contacto entre las insituciones políticas. El perfil, lo tenían en casa: don cooperador. Un tipo que había ascendido vertiginosamente en esto del cine patrio, y que se había codeao con todo cristo, mercé a su juvenil iniciación en el mundo de las cámaras y sus círculos cerraos. Un personaje que figura como “cooperador necesario para un delito de estafa cometido contra el Club Atlético de Madrid” pa una serie de jueces del Supremo.

Así, don cooperador entra en escena. Se mueven los contactos-amistá, y se solapa o se tergiversa la conclusión de la sentencia. Aparecen las palabras “inocentes”, “devolución”, “desagravios”, “calvario atlético” y otra retahíla de exculpaciones-felaciones, que ponen a los implicados ante la opinión pública deportiva (la que más dirarios vende con diferencia en España) como unos santurrones que han sido puteaos por los políticos y la justicia. Consultense hemerotecas y fonotecas al caso. Y, sobre todo, que nos devolverán con “paciencia” al lugar prometido, y que la historia del Atleti merece. Esto, hace ya 5 años…
La conclusión que saco, es que la información del caso ha sido subvertida y/o manipulada, con el deseo de que el culpable aparezca como inocente. Con la intención de que el pueblo del Atleti sea incapaz de protagonizar un alzamiento social desde su Estadio, donde la prescripción no vale más que un número del “forzatlieti”. Esto es, muy fácil que nos limpiemos el jébere con ella. Sustrayendo/manipulando la INFORMACIÓN a los aficionaos, retorciendola, se dá un paso de gigante pa conservar el status de los implicaos. Su áurea de salvadores-inocentes-puteaos. Los malotes son el Rubí, el presi del gobierno, los judeo-masones o incluso el cha-cha-chá. Todos menos los señalaos por la justicia. Con estas directrices, se evitaban ingredientes de mucho más valor, que pudieran influir pa menear el trono. A la par que conseguían cara a los ojos públicos, una aureola de inocencia, que les permitirá llevar a cabo nuevos atropellos. Y codearse con reyes, ministros y recibir insignias a tuti-plein. Jugada maestra. Somos lo que vemos. Y pa que “veamos”, nos enseñan a don pobrecillo y a mister quépenita. Flanqueando al “pupas” (su pupa madre), pa que el cuadro quede fetén.

De este resultao, la directiva del Atleti queda en brazos de los medios poderosos. Y, de tal guisa, es factible y posible que desde sus tribunas, artículos, anuncios y demás universo, sea gratuito insultar, menospreciar y pisotear a un Club, por lo demás molesto y en competencia directa sobre el espacio que el otro grande de la Capital, pretende copar. O ha copao… Si nos llaman “indios”, acuérdense de las reservas… Una de las caras más visibles del bipartidismo futbolístico al que se pretende llevar esta maravillosa competencia plural entre clubes. De esta forma, emergen artículos comparando al Club del Manzanares con Saldos Arias. O encabezamientos de artículos en el marca, donde un columnista de cierta reputación confiere el titular de “patético de Madrid” al encabezamiento de su opinión con total impunidá. O portadas para otros menesteres, cuando el Atleti juega por primera vez en más de una década, la Liga de Campeones. También es posible que al que se dice presidente del Atleti, le pueda espetar a la cara un ex-presidente del club de Chamartín (que tenía comprao el 10% de los terrenos del Calderón), “jugamos contra ese Equipo al que casi siempre ganamos”. Etc, etc. Y los que te deben de defender, callan. Devolviendo el favor del silencio, a los “periodistas” que un día se marcaron uan de chitón. O, en más gravedá, pervirtieron sus tropelías. O a los chanchullistas que navegan en el mismo barco comisionista que vos. Silencio, se rueda. Cuesta abajo y sin frenos pa unos, y hacia arriba de la gráfica de fama, dineros y posición pa otros.

Callan, porque no están ahí pa servir. Tienen que hacer mutis por el foro, hacerse los orejas ante cualquier tropelía que los externos cometan sobre el Club. Ya sea una humillación del metro a través de sus anuncios, o desplantes de la presidenta de la Comunidá (protagonista en la adjudicación de los canales de TDT madrileños, y en la que don cooperador tiene alguna que otra intención). Siempre callarán. Y perderán el culo por acudir a las solicitudes de los que le hicieron, y hacen, el gran favor. “don cooperador es un sol, siempre te coge el teléfono cuando le llamas”, un periodista dixit. Nos ha jodío, mayo. Así pues, hay barra libre desde las “líneas editoriales” pa zumbar al gordito patoso en el recreo. O fuera de él. Su “papá”, es un delincuente, silenciao ante la gran opinión pública por los veladores de la información imparcial, libre y objetiva que aprendieron en la Facultá. Hace ya muchos, muchos sobres…

Cualquier ataque, ninguneo o afrenta contra la Institución no encontrará respuesta por parte de los que se supone deben defenderla. La pesadilla empezó cuando los que debieran ejercer esa labor, comienzan secuestrandote. Y se dejan secuestrar así mismo por los medios que ayudaron a que se mantengan ahí. Cogidos por los huevecillos, que se viene a decir en el argot de las aceras estrechas.
Ya habreis aprendido, gentes del Atleti, que el Club solo os tiene a vosotros pa defenderlo. No hay nadie más. Así es que, solo queda batirse, y redoblar esfuerzos porque el proceso de aniquilación de la competencia capitalina a Rayas está en pleno apogeo. Y nosotros, contribuimos a él, manteniendo en la poltrona a dos tipos que nos tienen capaos, jodidos y empobrecidos. Los de Chamartín, votarían a ojos ciegos la continuidá de los giles. Las “líneas editoriales”, también.

Y la directiva, como siempre, callará. Pagando hasta la eternidá aquél gran favor en virtú del cual el rey desnudo apareció engalanao con joyas, astrakán y pena. Mucha pena. La “operación tocomocho”, sigue su curso.
Como prólogo a la otra operación, más salvaje y despiadada aún.

sábado, 8 de agosto de 2009

Guerras y batallitas

Decía mi señor abuelo, jugador empedernido de mus, que con la chica no se ganan los juegos. Osease, que jugador de chica, perdedor de mus. Así, a groso modo, cuando uno se sentaba en la mesa pa llevarse las copas por la pati. O chincharlas, que también cabía y cabe. Y no pa echarse la afoto (sí, era afoto, como amoto y como arradio) cara a la galería, ganando un reo con tres pitos y yendo a la madera (más tarde aluminio) como penitencia final a tanto quedarse a ases y doses. Mi señor abuelo, jugaba al mus pa ganar. Ni pa quedar cuarto, ni pa darse un homenaje puntual de amarracos ante los mirones que no siempre daban tabaco. De fijo, no era el masca de la taberna, pero sí uno de los alumnos más aventajaos. Y ya saben aquél dicho de que león, no caza moscas. Sus años, sus veranos e inviernos ante el tapete con 30 tantos pa motarse, habían labrado en su interior una fama, que no le permitía acudir borracho, ni perder partidas por decenas en las timbas. Él era, y así se le consideraba, un buen jugador de mus, y cada tarde echaba su cuarto a espadas pa que así se le siguiera considerando en el pueblo. Podía hasta haber sido del Atleti... No fué el caso, pero de fijo que algún abuelo del que está leyendo esto, sí lo fue. Da un poco igual. No es cuestión de banderas, sino de hacerse camino y entender y defender lo que tanto tiempo y esfuerzo ha consumido pa representarse así mismo. Algunos, lo llaman vergüenza torera. Otros, simplemente honor.

¡Honor!... Vetusta palabra, que parece sacada de un libro de caballería, o de un relato quevediano. Raída acepción, considerada en muchos casos como un arcano y decrépito término, inherente a tradicionalistas o seres inmersos en el pasado. Como si el pasado, la Historia, supusiera un ciégana de necedades donde no es lícito beber, siquiera una miajita. Esas cosillas antiguas, que se ahostian con el corte vanguardista y las modas estrella-fugaz que nos asolan con apenas un trienio de vida. La Historia, es la constatación de los hechos. Una especie de espejo donde mirarnos, y vernos las verrugas. Las liposucciones. Las patas de gallo. Y, desde luego, las curvas, los musculitos y las sonrisas profidén. Un largo camino, donde cada huella marca el polvo del andar. Una inmensa hoja de ruta donde consultar las veredas que cogimos mal, y las que trincamos bien. Un espejito-espejito mágico, que nos ha de servir pa no engañarnos cuando plantamos el jerón ante él.

Cuando Federico Gravina, almirante en jefe de la escuadra española fondeada en Cádiz, decidió secundar las órdenes de otro marino francés, y salir a la mar en busca de la flota británica, de seguro que en su mente gravitaba tanto la palabra “historia” como la palabra “honor”. Él, representaba a toda una Nación que, como mi señor abuelo, había tomado costumbre de sentarse en la mesa pa ganar la partida. Se había codeao con los grandes. Estaba en tó el cotarro. Con ellos. Y les había ganao y perdido guerras, que van más allá y son más profundas y largas que las batallas. Sus enemigos, no eran ni tahitianos, ni georgianos, ni indios de las praderas. Como pa mi señor abuelo tampoco lo fueron el tonto-el-pueblo ni el zagalillo de primaria. Con todos sus profundos respetos. Él, como el almirante español, gustaba a través de los tiempos de batirse el cobre en salones mayores. Uno tirando de naipes, el otro de cañones. Pretendiendo honrar tanto a las generaciones de apellidos que laboraron en las cartas de reyes como en las de navegación.

Gravina, envidiaba a mi abuelo. Nunca lo confesó, pero lo envidiaba. Al menos, el de la taberna podía defender por su propio pie aquél envite a grande. Y el almirante, no. Hacía algún tiempo que, debido a la inoperancia e indolencia de sus gobernantes, la Armada había caído a un segundo escalón. Arrimaito ya a un tercero...Ya no existían álvaro de bazanes. Ni carlos primeros. Ahora, entregaba armas y bagajes a otra bandera. Enarboladas por godoys y carlos de poco tres mucho al cuarto. Eran aliados de los franceses. Acataban sus órdenes, y celebraban sus victorias sobre la pérfida Albión. Hasta tenían literatos propios, que significaban con la mayor de las desvergüenzas que “todo español debiera de ir hoy con los franceses”. Pa que no ganara la guerra la Britania. Lo bueno, es que esto se escribía en los prolegómenos de una batalla de españoles contra franceses. Sí, abuelo. Casi mejor que la posguerra te hubiera sacao de la escuela pa no oir estas cosejas... Aunque ni fueras del Atleti. Tú, que tenías vergüenza torera, honra y barcos, nos hubieras entendido.