De atléticos a indios y colchoneros, pasando por atletistas

"Y usted, no pise ese Escudo..."
Luis, presidente de honor

jueves, 17 de junio de 2010

Badulaques sin fronteras

Palmamos. La Selección. Que, aunque parezca mentira en este País de cainitas, somos todos. Juntos, pero revueltos a picos, entrantes y salientes. Palmamos los aragonesistas y los bosquimanos, los muñocistas y los clementianos. Todos a una.
Pero a nadie se le escuchó un “¡viva Suiza!” antes el partido. Y menos en un medio susceptible de ser leído por cientos de miles de españoles. Nadie se hizo el duro con eso, anteponiendo la marcha del entrenador de turno que no le gusta, frente a la victoria de la Roja. La Roja. Una nomenclatura de nuevo cuño, cuyo “inventor” debe de ser un anónimo muy parecido al que se le ocurrió aquello de “efestivigüonder”.



Yo soy español, español, español. He sido de la España de Muñoz, de la de Clemente, de la de Luis y de la de Del Bosque; y seré de la de Futurato III. Yo soy español, español, español. Y he saltado y reventao venas con goles de Santillana, Salinas, Torres o Raúl. He preferido abstraerme como mejor he podido, cuando tocaba tirar los dados a la Selección, de esa alergia en otras competiciones que me produce el otro club grande de la capital. Algún comentario de bar, algún chascarrillo de corto alcance con los adorables “vecinitos” en cagadas de sus jugadores/entrenadores y poco más. No me gustaba ni me salía hacer más sangre. Al final, me daba la sensación de que el que sentía el corte, era yo mismo.
Los aficionaos del otro club grande de la capital, se comportaban parecido. Y aquí paz y después, en la competición doméstica, guerra. Los que empezaron a saltarse ese código no escrito, fueron unos srs. que antaño conformaban un grupo mas o menos creíble de información, y ahora se arraciman en líneas editoriales con intereses de órdago a la grande y peloteos y chanchulleos a flor de piel. Comenzaron a zurrar a todo bicho viviente que no hubiera vestido la camiseta de Chamartín, al frente de un banquillo. Lo hicieron con Clemente, acuérdense. Con Sáez, a menos escala. Y qué les voy a decir de Luis Aragonés… Por el contrario, las críticas a los Muñoz, Miera, Camacho o del Bosque, como que fueron y son mas dulces, o apenas aparecen. No se vayan a enfadar los que nos compran los peris, sintonizan los diales y cenan con nuestro TDT…



Con el Señor Luis, se hizo lo que no está en los escritos. Y casi ninguno pidió perdón, o recapacitó sobre las sarta de salvajás que acompañaron su periplo. Le hicieron convocar una rueda de prensa inédita en la historia para… ¡justificar por qué no convocaba a un jugador! Jugador que fue de sus predilectos, y seleccionado en sus vacas flacas incluso, pero que debió de montar alguna en Alemania junto con otros dos que ipso facto dejaron de ser convocaos también. Debió, digo, porque nadie ha explicao nada aún, más que rumores de rebelión por esos “tres mosqueteros”. Y de Luis, conociendo su código de protección a sus jugadores, tampoco se espera chicharree ná… Curioso que con ese mismo jugador, 4 meses más viejo, no se le dé la turra al ahora Seleccionador con su inclusión en la Nacional. Curioso, ya digo. Aunque me parezca más rastrero que curioso.
Le buscaron al osado un sustituto desde antes de clasificarse para el Europeo. Con un caballito de Troya cuyo apellido coincide con una de la Islas Afortunadas. Y de allí, entraron madridistas a mansalva, desde las sub-tal a las sub-pascual. Coño, entró hasta el tipo más soso-sosísimo como comentarista de la Selección. Y Luis, acorralao pero no derrotao, tiró de su manual casero pa sacarnos del atolladero. Sacarnos no, meternos. Y contribuir básicamente a la consecución de un título que se nos negaba desde 44 años atrás. Pero nadie se acordó de él. O muy pocos.



Ahora, sí. Le han metío la alcachofa a un tipo que saben no se calla ni debajo del agua. Cuando España ha palmao. Y casi ocupa sus opinión tanto como la página principal. Casi ocupa tanto como la carpa esa de nuevo cuño que se han montao al lao de Concha Espina, pegaíta al estadio de Chamartín; cuando hace un par de años se escogían otros terrenos más neutrales pa esa expresión de españolismo. Le han metío la alcachofa, al bueno de Luis. Como se la llevan metiendo durante tiempo por ganar, y ser del Atleti.

Luis, yo también soy de la peineta. De la de mano y dedo. ¿Se puede? Mientras me alejo, por cualquier calle neutral de Madrid, cantando el “¡yo soy español, español, español…!”


martes, 1 de junio de 2010

Defendiendo sus Colores (III)

Miles del Atleti, se dieron de bruces con las cancelas del Camp Nou. Todos y cada uno de ellos, a ojos del gran mercader, clientes de “lamarca”. Gente de baja estofa, descendientes de toxicómanos o polvos mal echaos, que en épocas de vacas flacas pueden ser utilizaos pa que bajen y metan los goles con los cuernos. Hordas que no acuden a Virgen del Puerto a fin de mes pa pagar a los jugadores. Bárbaros que no ponen el dinero. Pendejos que se cuelan en los buses, choran la bebida de chinos y mercadonas varios y se marcan “simpas” en los restaurantes que visitan. Incivilizaos que asaltan la tienda del cluz con objeto de levantarse la Camiseta de temporada. Mamelucos que puentean imagenio pa trincar la señal. Cafres que se cuelan religiosamente por los tornos. Muertos-de-hambre que son a quienes los reyes majos les dejan cada año por la pati un abono al pie del árbol de Navidaz.


Todos ellos, se hacen un delta superlativo, desembocando a las puertas del estadio. Caudales y raudales de gentes del Atleti sin un patrón ni de edad ni de condición social, que cantan mientras aguardan la llegada al tipo que ha de cortar un trocito de cielo en forma de papel. Allá, sujetando inmensos haces de nardos caballeros, los voluntarios hacen entrega de una banderita de plástico del Atleti a cada uno que va pasando. Los más chavalillos, comienzan a probar el material ondeándolo a la brisa marina de la Ciudá Condal. A unos pasos de allí, un señor mayor conversa con alguien que no está. Es curioso. Gesticula, y hasta ejecuta una palmada que tiene como destinatario el aire que lo circunda. “Hay que joderse, lo que hace el alcohol…” El alcohol, o la memoria. Aquél veterano, está charlando con un alma del Atleti, que hace algún tiempo buscó abono en el Tercer Anfiteatro. La ha bajao a la Tierra, recordando tiempos en que los dos eran materia. Luego, se gira pa seguir animosamente con la conversación hacia otro espacio vacío. Echa unas risas, y hasta ofrece un pitillo que, a ojos de muchos, cae al suelo; pero al que el interlocutor acerca la llama del mechero. Es un exiliado. Uno que siempre será del Atleti de Club, pero que no ha venido en cuerpo por principios. Aunque está allí en alma. Con su nicotina agarrá a los pulmones. Como el Aleti.


Una vez en grada, el reloj electrónico cuenta que madrugamos pa’l evento. Así es que, ya sentaos a la mesa, habrá que ir picando. Una canción del Atleti, un tono del Manzanares, una seguidilla del Calderón, otra soleá Rojiblanca… las banderas, insignias y pancartería varia va tomando cualquier lugar susceptible de poder atar un par de cuerdas. Entretanto, las coplas de una afición son respondidas por la otra, en un calentamiento de cuerdas vocales que hallará su máximo esplendor cuando ambas hinchadas despliegan sus banderas e guerra. Las grandes. Los del Norte, con un tifo en blanco con algo de rojo, donde en su parte alta, a base de cartulinas, se puede leer la palabra “respeto”. No sé, si aquello fué idea de un tal del Nido, o de un tal Soria, paradigma ellos del respeto… A la par, por la gradería del Sur, corre entre las manos una lona que retrata a un bicho pugnando por salir de la misma pancarta. Miles de banderitas del Atleti, flanquean en un tic nervioso la irrupción de la bestia en versión cómic: “ya estamos aquí”. Los jugadores, toman posiciones sobre el campo. La orquesta de almas, se permite una subida más de decibelios. Impresiona, ver un campo tan grande cubierto de fuertes aficiones. El silencio, huye por las bocanas que le quedan libres. No volverá hasta mucho después, asomando la patita. Empieza una final de Copa, y la juega el Atleti.


(Espacio reservado para cualquier crónica del partido en sí)


Hace falta ser necio pa pensar que colocando el nombre encima de la Copa en aquél cartel, calzándote esa mañana primero el zapato derecho o haciendo valer la condición de “desplazado-talismán”, el Club de tus amores lo tendría todo hecho por obra y gracia del Espíritu de las Supersticiones. A veces, no resulta, Humphrey. Y te ves en el aeropuerto de Casablanca, más solo que la una, aunque te flanqueen 50.000 dandys de los tuyos. Otra vez. Sólo que en esta, el del guión va dao. Se lo acaban de saltar millares y millares de tíos, tías, abuelos y crias del Atleti que, tiran unos de otros, pa levantarse sobre el frío asfalto de la derrota, de aquél avión que se va. No se pueden derrotar a los corazones, ni hacerlos presos; ni siquiera parando sus aortas. Bajo las aurículas, siempre correrá el barniz de sus leyendas. De lo que hicieron. De las veces que cayeron, y se levantaron. De cómo se apoyaban los ventrículos de unos sobre los de otros, con objeto de que aquellos latidos no fueran pequeñitos en la soledá de la caída. Que se aunaran y se elevaran a la décima potencia, pa lanzarse en vertiginosa caída no solo a unas gradas, sino a un mundo entero. A Sabina, se le olvidó en su himno incluir “¡qué manera de cantar!”. Apoteósico. Aquella noche, la afición del Atleti transgredió el Fútbol. Y la política. Fue un órgano aparte y paralelo. Un ente con vida propia, más allá de las circunstancias. Dicen, que media hora de circunstancias…


Y uno, que es unidá porque no ha podido si quiera hacerse millar con algunas cosas del comer, según busca el número de su autocar entre la manada inmóvil de chapa y pintura, piensa que aquello tan sublime, podría transformarse en un ejercicio de madurez colectiva también. Si seremos capaces de exigir con sólo la mitá de vehemencia demostrada aquella noche, un Equipo y una Directiva que regrese a las mayúsculas. Acorde a esa afición lanzada, sentida, orgullosa. O moriremos por cunetas y praderas, dándonos complacientes palmadas los unos sobre los hombros de los otros, mientras recibimos el “¡ohhhh!” de algunos aficionaos rivales. En tanto, nuestra gráfica, la del hincha del Atleti sube; y la del Club, motivo y eje de todo, desciende.

Defendiendo sus Colores (II)

Allí, en la "zona del Atleti", hasta las fuentes echan el agua en dos Colores. Y si te asomas al pilón, ves el Tercero. La priva sale en Rojiblanco también, después de esperar largas colas pa acceder a los tigres improvisaos en casetas de plástico.
En tanto las gentes del Atleti se saludan efusivamente con colegas de mucho y poco tiempo atrás. Y se fotografian con cámaras en lo alto, intentando trincar la marea Bicolor que pone un fondo multitudinario al momento. La Montaña Mágica, entonces, comprendió el sentido de que una porrada de años atrás se le confiriera ese nombre: iban a venir, algún día, como por arte de magia, los del Atleti. Y sobre sus árboles, colgarían pendones desde Cáceres hasta Aranjuez. De Granada a las Asturias. Habían llegado los Tercios. De sus manos penden botellas de una tercera parte de un litro, y de sus interiores astillas que cuelgan de sus almas. Cada una, con una cicatriz. Cada una, con una esperanza.


Bastante antes de las 7, la bandera nº 1903 del Tercio Calderón Pérez-Cavada comienza a tomar posiciones de vanguardia. A su flanco, arrima coraza, coraje y corazón la Milicia de las Ocho Franjas. Justo detrás, la Guardia del Paseo Imperial despliega sus flamantes unidades ataviadas en Rojo y Blancó, cual ancha es la calle. Doblando por la Plaza de España, se incorpora al grueso el 24º Regimiento de Fusilemos a la SAD, capitaneados por un Sr. muy mayor, tocado con el distintivo de Verde y Oró, enseña internacional de todos aquellos que abogan por un País de vuelta a sus Tercios. O un Club de regreso a sus socios, si se prefiere.
Enfilando la carrer de la Creu Coberta, no hay horizonte. Ni pa'lante, ni pa'trás. Al menos, no horizonte urbano. La calle está cubierta de frente a nuca, por Caballeros, Damas y Cachorros del Atleti. Ya saben que en tiempos que no había youtube, los cristianos exageraban sobre los infieles que dejaron tiraos por los riscos de Covadonga. O, al contrario, la escabechina que hicieron los moros sobre los caballeros de Calatrava... Bueno, sírvanse de usar vuesas mercedes el internet con profusión, pa dar cabo a este particular en los términos citados. Una marabunta se mueve a latidos que se convierten en pasos por todo lo ancho y largo de la calle, hasta empalmar con la de Sants. Uno del Atleti, fino como el coral y antigilista por la G. de Dios o del demonio, definiría más tarde aquello "como estar dentro de un gigantesco corazón". Chapó, castizo. Los cabroncetes tienen definiciones genuinas. Y con tanto genio llegaron los tercios del Atleti a aquellas calles, que las tomaron a voz en grito. Tantas gentes se dan cita en la arribada, que el tropel de las partes medias va cantando con fuerza el Himno del Calderón, en tanto las cuadrillas de vanguardia entonan el del Metropolitano, y las hordas en retaguardia se entregan al "¡es vikingo el que no bote, es, es!"


Y a aquél grito, algunos naturales de los que pueblan los balcones a modo de grada de asombro, sector alucine, fila embobao, se vienen arriba y botan cuales posesos. Poco después, la reserva que se mueve más atrás aún, los para en seco con un "¡vikingos y culés, la misma mierda es!". No queda muy de huésped, no; pero confieso que a alguno se le cae una sonrisilla de las comisuras, mientras piensa: "válgame Dios de mis amigos, que yo cuidarme he de mis enemigos". Veteranos de los Tercios, que recordaban de cuando se batían el cobre apoyaos en sus propias calzas, sin aliados ni sucursales a la redonda. Poco después, otro veterano de la Cataluña Libre se ve obligao a tocar retirada, envuelto en su Señera porque, a pesar del calor, hay momentos del día en que llueve granizo. O hielo, pa'l caso. Tampoco es que sea de un invitao del copón la maniobra "celestial", pero no ha habido bajas ni se pretendía, y el escarceo ha sacao otra nueva sonrisa; esta vez de un catalán, que se siente también muy español, y que no recuerda en años aquél agravio en pleno Sants. Los del Atleti, pasaban y pasaban. "¿Cuántos sois?", pregunta un curioso a una de las moléculas colchoneras que conforman el cuerpo. "Unos 40.000". "Quiá, sois por lo menos un millón... Llevais pasando por aquí dos horas y esto no acaba..." Relataría un soldao de los Tercios, después.

El tráfico, es un dulce caos. Algunos pitan, otros se apresuran a cerrar las ventanillas; los hay que ofrecen involuntariamente su carrocería a modo de árbol, por el que trepan primates a dos Colores; de los comercios se asoman sus tenderos, los bares se intuyen por la mancha Rojiblanca que inunda los escaparates... Al doblar de súbito en la Rambla de Brasil, la Bandera "Mecagüenlaputaquegrandesesto" se arranca con el "te quiero Atleti", versión Oldfield. Asoma alguna enseña de España en un balcón, e inmediatamente es flanqueada por otra del Atleti. Es fácil adivinar cualquier acontecimiento extra, porque los de alrededor comienzan a dar vítores, y se lanzan en cánticos a tumba abierta. Canciones del Club que se van propagando a través de la inmensidá de un par de kilómetros atiborraos de Atleti. Ha caído la noche antes de trincar incluso Carlos III, y los destellos de cámaras toman el cañón de hormigón por el que las gentes del Atleti, en brutal plural, cogen la Travesera de Les Corts. Abajo, a la izquierda, despunta sobre las cimeras de los edificios, la corona del Camp Nou. Casi que da hasta penita. Podíamos haber andando otra legua más... Déjalo, tronco: tenía que ser así. Casi profético: el Corteo, acaba de morir en las Corts. Pero vivirá para siempre en tu memoria.