De atléticos a indios y colchoneros, pasando por atletistas

"Y usted, no pise ese Escudo..."
Luis, presidente de honor

martes, 1 de junio de 2010

Defendiendo sus Colores (II)

Allí, en la "zona del Atleti", hasta las fuentes echan el agua en dos Colores. Y si te asomas al pilón, ves el Tercero. La priva sale en Rojiblanco también, después de esperar largas colas pa acceder a los tigres improvisaos en casetas de plástico.
En tanto las gentes del Atleti se saludan efusivamente con colegas de mucho y poco tiempo atrás. Y se fotografian con cámaras en lo alto, intentando trincar la marea Bicolor que pone un fondo multitudinario al momento. La Montaña Mágica, entonces, comprendió el sentido de que una porrada de años atrás se le confiriera ese nombre: iban a venir, algún día, como por arte de magia, los del Atleti. Y sobre sus árboles, colgarían pendones desde Cáceres hasta Aranjuez. De Granada a las Asturias. Habían llegado los Tercios. De sus manos penden botellas de una tercera parte de un litro, y de sus interiores astillas que cuelgan de sus almas. Cada una, con una cicatriz. Cada una, con una esperanza.


Bastante antes de las 7, la bandera nº 1903 del Tercio Calderón Pérez-Cavada comienza a tomar posiciones de vanguardia. A su flanco, arrima coraza, coraje y corazón la Milicia de las Ocho Franjas. Justo detrás, la Guardia del Paseo Imperial despliega sus flamantes unidades ataviadas en Rojo y Blancó, cual ancha es la calle. Doblando por la Plaza de España, se incorpora al grueso el 24º Regimiento de Fusilemos a la SAD, capitaneados por un Sr. muy mayor, tocado con el distintivo de Verde y Oró, enseña internacional de todos aquellos que abogan por un País de vuelta a sus Tercios. O un Club de regreso a sus socios, si se prefiere.
Enfilando la carrer de la Creu Coberta, no hay horizonte. Ni pa'lante, ni pa'trás. Al menos, no horizonte urbano. La calle está cubierta de frente a nuca, por Caballeros, Damas y Cachorros del Atleti. Ya saben que en tiempos que no había youtube, los cristianos exageraban sobre los infieles que dejaron tiraos por los riscos de Covadonga. O, al contrario, la escabechina que hicieron los moros sobre los caballeros de Calatrava... Bueno, sírvanse de usar vuesas mercedes el internet con profusión, pa dar cabo a este particular en los términos citados. Una marabunta se mueve a latidos que se convierten en pasos por todo lo ancho y largo de la calle, hasta empalmar con la de Sants. Uno del Atleti, fino como el coral y antigilista por la G. de Dios o del demonio, definiría más tarde aquello "como estar dentro de un gigantesco corazón". Chapó, castizo. Los cabroncetes tienen definiciones genuinas. Y con tanto genio llegaron los tercios del Atleti a aquellas calles, que las tomaron a voz en grito. Tantas gentes se dan cita en la arribada, que el tropel de las partes medias va cantando con fuerza el Himno del Calderón, en tanto las cuadrillas de vanguardia entonan el del Metropolitano, y las hordas en retaguardia se entregan al "¡es vikingo el que no bote, es, es!"


Y a aquél grito, algunos naturales de los que pueblan los balcones a modo de grada de asombro, sector alucine, fila embobao, se vienen arriba y botan cuales posesos. Poco después, la reserva que se mueve más atrás aún, los para en seco con un "¡vikingos y culés, la misma mierda es!". No queda muy de huésped, no; pero confieso que a alguno se le cae una sonrisilla de las comisuras, mientras piensa: "válgame Dios de mis amigos, que yo cuidarme he de mis enemigos". Veteranos de los Tercios, que recordaban de cuando se batían el cobre apoyaos en sus propias calzas, sin aliados ni sucursales a la redonda. Poco después, otro veterano de la Cataluña Libre se ve obligao a tocar retirada, envuelto en su Señera porque, a pesar del calor, hay momentos del día en que llueve granizo. O hielo, pa'l caso. Tampoco es que sea de un invitao del copón la maniobra "celestial", pero no ha habido bajas ni se pretendía, y el escarceo ha sacao otra nueva sonrisa; esta vez de un catalán, que se siente también muy español, y que no recuerda en años aquél agravio en pleno Sants. Los del Atleti, pasaban y pasaban. "¿Cuántos sois?", pregunta un curioso a una de las moléculas colchoneras que conforman el cuerpo. "Unos 40.000". "Quiá, sois por lo menos un millón... Llevais pasando por aquí dos horas y esto no acaba..." Relataría un soldao de los Tercios, después.

El tráfico, es un dulce caos. Algunos pitan, otros se apresuran a cerrar las ventanillas; los hay que ofrecen involuntariamente su carrocería a modo de árbol, por el que trepan primates a dos Colores; de los comercios se asoman sus tenderos, los bares se intuyen por la mancha Rojiblanca que inunda los escaparates... Al doblar de súbito en la Rambla de Brasil, la Bandera "Mecagüenlaputaquegrandesesto" se arranca con el "te quiero Atleti", versión Oldfield. Asoma alguna enseña de España en un balcón, e inmediatamente es flanqueada por otra del Atleti. Es fácil adivinar cualquier acontecimiento extra, porque los de alrededor comienzan a dar vítores, y se lanzan en cánticos a tumba abierta. Canciones del Club que se van propagando a través de la inmensidá de un par de kilómetros atiborraos de Atleti. Ha caído la noche antes de trincar incluso Carlos III, y los destellos de cámaras toman el cañón de hormigón por el que las gentes del Atleti, en brutal plural, cogen la Travesera de Les Corts. Abajo, a la izquierda, despunta sobre las cimeras de los edificios, la corona del Camp Nou. Casi que da hasta penita. Podíamos haber andando otra legua más... Déjalo, tronco: tenía que ser así. Casi profético: el Corteo, acaba de morir en las Corts. Pero vivirá para siempre en tu memoria.

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