De atléticos a indios y colchoneros, pasando por atletistas

"Y usted, no pise ese Escudo..."
Luis, presidente de honor

lunes, 15 de junio de 2009

El hombre que era hincha de Telefónica

Ayer, se le vió cruzar por Las Tablas. Conducía un 600 tuneao en amarillo y azul, con un despampanante “Telefónica” que le recorría ambos laterales. Se lo había pedido en unos reyes, allá casi en tiempos de pre-ácné y gayoliyas. Y lo conservaba como oro en paño. Tenía otros modelos, con la T. La T circulada, la circunferencia y los puntos, la leyenda en cursiva… Casi todas las variantes en logo y color, plasmadas sobre su colección de coches. En riguroso tono corporativo. Unos pagaos a tocateja, otros a plazos, alguno pedido pa su cumple, que si papá noel… Pero, sentía una especial predilección por aquél pelotilla de época. Época de dobletes, donde se ganó el premio a la empresa del año en España, a la par que se consiguió la medalla de oro al reconocimiento por parte de la casa Real. En la misma temporada. Histórico. Y aquél capó con el edificio de Gran Vía serigrafiao sobre la chapa, no hacía sino percutir con nostalgia en su memoria. ¡Qué recuerdos…!

El tipo, era un cliente en toda regla. Un menda que se llegaba a su puesto de trabajo, nevase, lloviese o hiciese un calor del carajo. Con la puntualidá del té. Un prenda al que le tenían que venir 40 de fiebre, pa dejar de asistir a su ritual de asistencia. Y ya veríamos… O que acudía escayolao. A unas oficinas abiertas al aire libre, donde en verano tocaba calefacción y en invierno aire acondicionao. Cuando no se calaba hasta los tuétanos, en tanto entonaba con la lluvia cegandole los ojos un mítico “nadie en Telefónica sabía…”. Un “ es de Ono el que no bote, es, es…”. O que se venía desde las playitas de Huelva, en mitá de las vacaciones, por pasar horita y media en su puesto de telefonista. Con la bufanda de la Telefónica pillá sobre el cerco con la ventanilla del coche. Un fulano que pagaba a 100 pavos la camiseta de su propia empresa, pa llevar su logo a la verita del corazón. Y que se gastaba 500 del ala por añito, en el llamao abono-llamadas, con objeto de sentarse a ver como transcurría la vida de la empresa de sus entretelas. Un lerenda que se dejaba un pavo diario en comparar una revistilla pa leer una página que hablaba de su empresa. O pasaba insomnio con la oreja pegá al transistor, pa oir un minutillo de coba en los macro-progamas económicos nocturnos. Un gachó que lloraba cual madalena cada vez que se perdían 3 puntos porcentuales en el ibex-35. Que no cenaba. Que se le ponía una mala hostia pa echarla de comer aparte. Igual que cantaba, gritaba y saltaba sobre el suelo de su piso en las victorias, que era techo de aquél repelente vecino de abajo, cliente de Vodafón. Ese tipejo que bajaba, como él, ataviao con la bufanda de su adversaria compañía de teléfono anudá sobre la muñeca. Con el que había discutido en alguna ocasión sobre aquella opa hostil en clamoroso fuera de juego, o aquella otra subida de tarifas dentro del área, o esa transmisión asíncrona de tarjeta roja. En la que casi llegan a las manos. Pues cada uno, era mucho de su empresa. Aunque no recibieran nómina alguna. Ni siquiera aguinaldos. Y sí se dejaran una de jurdeles y otra de morterada en camisetitas, pago por visión, abonos, entradas, libros, cómics, viajes… Y otras cosillas tan a la vista como la afonía, y tan ocultas como los infartos.

Aún recuerda aquellos años de crisis. De cómo salieron cagando hostias, intervención estatal mediante, del top 20 de la bolsa. Y la vida. “Un añito en el infierno”, lo dieron en titular los creativos esos del marquetin… Aunque fueron dos. Penando por aquellos despachitos de pocos metros cuadraos, con toda la pléyade de comerciales pateándose pueblecitos y pedanías del contorno patrio. Y él, fiel cual Sancho Panza, pagando religiosamente tanto el establecimiento de llamada, como las llamadas nacionales. Que no internacionales. Con dos cojones. Si se declaró desde canijo de Telefónica, era el momento de demostrarlo. A las duras. ¡Santiago y cierra el móvil!. Por muchas ofertas y mejores servicios con que la competencia le aturullara, el tipo seguía tifando por su empresa. “De Vodafón, se hace, de Telefónica, se nace”. Y así tuviera que volver al teléfono a pedales o a manivela, él siempre sería de los azules. “Somos azules”. “El escudo de la T grabao en el corazón”. “Porque luchan como hermanos, derrochando cuota de alta y conexión”. Gobernara zutano o mengano, la Telefónica está por encima de las personas. Malas o buenas. Regulares o irregulares. Santos o delincuentes. Con ella, hasta la muerte. Uno de telefónica, nunca muere. Sólo pasa a vivir en el tercer rascacielos, en compañía de otros difuntos clientes, observando ya con celestiales ojos las evoluciones de las acciones sobre el parqué.

Y se le caerían lágrimas como chopos cuando llegara el día en que derribaran la sede madre de Gran Vía. E hicieran el parque del Móvil y el Fijo en su parcela. Ni los malayos, vamos. ¿Que como andamos de calillas?. Vaya, se cuenta, que la cosa va jodía. Que hay deuda, pa parar un tren. Que si las barbas del vecino, y las concursales que brotan como setas a su alrededor… ¡Imposible!. ¡Serán desgracias pa otros, como los accidentes de avión!. No podría ni imaginar, qué sería de su vida de hincha sin Telefónica. Porque, a estos añitos, no se iba a cambiar la chaqueta por otra de distintos colores. Pasarse a una tarjeta prepago, cuales abonos de junio. Hacerse de su odiao vecino, que paga algo menos y va con mejor cobertura. Y no tiene cortes en interné… ¡Amos, anda!. Por muchos cantos de sirena que le llegaran desde la factura, las llamadas internacionales y el güifi por el jerón. Uno, es de Telefónica desde que su abuelo le llevó por primera vez a aquella cabina que se tragaba los duros. Joder, qué pesadilla de sólo pensarlo. Vivamos tiempos presentes. Bueno, siempre quedará la fuente del Ancho de Banda, pa ir a celebrar los próximos dividendos de la empresa… La de los cuartos. Tranquis, que nos estamos estabilizando. “¡Ring, riiiinnnnng!”. “¿Aló?... Pero qué me dices, Mariángeles…. Os dejo. Que acaba de dar a luz mi señora esposa a un churumbel, y corro a darle de alta como socio en Telefónica…Abonao número tropecientos, con derecho a Tarifa Plana... ¡Qué ilu!...”.
El hombre que era un hincha de Telefónica tenía quince minutos pa apretarse el bocadillo en su puesto de trabajo. Como en el Fútbol.

EPITAFIO: “¿En qué se parece el Fútbol a los toros?. En esas dos cositas de ahí.”
Un empresario de éxito pa la calle y cooperador necesario pa los tribunales, dixit.

Escrito desde el sanatorio mental de Alcohete, a 15 de junio del año 17 d. C. de nuestros empresarios. Y póngale el guión donde proceda.

1 comentarios:

apache64 dijo...

Buen simil cochise, como cliente exigo, y debemos todos exigir, gerencia buena para nuestra inversion, y todo ellos se traduzca en titulos.
Si son malos lo gestores protestar contra ellos, hacerlos boicot, que no ganen mas dinero a nuestra costa, es mejor un eres, que acabar en la ley concursal, y si no, telefonica bis, y que les den.
Un abrazo