De atléticos a indios y colchoneros, pasando por atletistas

"Y usted, no pise ese Escudo..."
Luis, presidente de honor

lunes, 11 de agosto de 2008

El vuelo de las palomas

Dicen los más tarrillas del lugar, a este lado del Río que, hace algún tiempo, miles de palomas albinas volaban a ras de Grada. Y mientras lo cuentan, se pasan la mano por la frente, con ese gesto tan pausado como majestuoso, que sólo los más viejos saben representar. Pretendiendo con él invocar al dios Recuerdo, el más apaleado de los dioses atléticos que todavía a día de hoy sobreviven. Porque sí, don Bernardo, ¿de qué te sirve haber vivido si luego no puedes recordarlo?.

Estos hombres, forjados en el Atleti casi con “h”, que les contaron de calzonas en Retiro y vieron Escudos alados en el Metropolitano, cuentan algunas lenguas que ríase usté de ciertos cuentos de los hermanos Grimm. Pues no son leyendas de seres fabulosos y extranjeros, no. Se trata de mitologías de hombres mitá atléticos, mitá cojonudos. Y de Casa todos. Porque el que se siente atletista, ya puede ser del último rincón de La Plata, o venir de la más remota fabela rozá con el Amazonas, que es uno de los nuestros. Madrid, nada más y nada menos que es el punto de encuentro. Ande la Casa es materia, y no solo espíritu. ¿Verdá, don Vicente...?

Y entre fábula, cuento y batalla escocesa, sale a relucir ese vuelo. Una explosión de colombofilia que prendía de un confín al otro del trocito de Reina Victoria que era corazón puro. En forma de escalones, marcadores a manoplilla y casetas de vestuarios ande Cristo perdió el mechero. Allí mismo, dicen estos antiguos que comenzaba. Un vulgar pañuelo, sacado del bolsillo de la americana, o la zamarra de pana. Como si de un Houdini de latina o Retiro se tratase, lo transformaba en una paloma, con solo agitarlo un par de veces al viento de Madrid. Como de nieve. Del otro color que da lustre al rojo de las rayas. Esas, que vinieron de allende el Canal de la Mancha, donde algún britis había parido un balón hace ya dos siglos... ¿Verdad, don Enrique?. De Acha, que aquí casi siempre han existido “enriques” señores.

¡A volar!. Miles de pañuelos convertidos en palomas que impregnaban de vida aquél anfiteatro de cemento, ladrillo y golpes de yeso. El que quedaba frío tras los tres pitidos finales. El que echaba de menos a sus legítimos y únicos dueños, los que pelearon de pequeños por los Escudos que abajo dirimían a cuero y patada las batallas, y le daban honra a cada encuentro. Esos, que se daban una jartá a apoyar y aplaudir a los suyos, sí, eran los herederos legales de las palomas. De sus vuelos. Lo mismo para elevar al olimpo un golazo por la escuadra de su “9”, que una tarde nefasta de su central. Igual para explicarle al Equipo, a través de miles de palomas que lo estaba haciendo de cine y palomitas, que pa cantarles que les estaban endiñando una milonga de agárrate y no te menees. Palomas pa lo bueno y pa lo malo. Muchas palomas. Usté también las vió, ¿no es cierto, señor Barroso...?

Y, entre tanta paloma; ¿alguien ha visto “mi” galgo...?. Vestía Camiseta con Escudo en la izquierda, no llevaba diadema ni se depilaba, y volvía a la Pradera con una venda en la cabeza fuera o no fuera menester. Devuélvanme al galgo. Que uno termina hasta las mismas pelotas de animar al caracol de temporada.

S I E M P R E A T L E T I.-

2 comentarios:

Ayea dijo...

Que vuelvan las palomas.
Y los galgos.
¡Por favor!

Anónimo dijo...

Que bonito, ese nivel de exigencia se perdio por el conformismo, y por generaciones que no tienen ninguna cultura atletica.
Pensemos ademas que hay mucha gente que no sabe lo que es tener paloma(pañuelo), ahora muchos lo llaman klinex.
Tienen que volver a volar, ojala.